Un Lunes cualquiera en mi perturbada mente

  

 Algo que me ocurre los lunes, aunque me pasa casi con todos los días de la semana, es que andando por la calle la gente me desea. Suelen percibir mi presencia debido a las feromonas que expulso con cada paso que mis hermosos muslos dan contra el suelo. Los repartidores de propaganda gritan al aire "Las baldosas se están moviendo. Compro Oro!!". La gente que discurre detrás de mi no para de mirarme el culo lamiéndose los labios al más puro estilo Jesús Vazquéz. La gente que va delante se gira como si estuviera viendo un imposible, un milagro de la naturaleza. Le suele pasar a la mayoría de las mujeres (bollers también), pero he de reconocer que algunos hombres caen as well rendidos a miss encantos. No lo puedo evitar. No es una cosa que a uno le guste, pero no lo puedo evitar. Hasta los obreros de la construcción me sueltan piropos y sacan la lengua entre sus dedos en forma de V. Y locas colegialas rayan con sus recién pintadas uñas las cristaleras de los comercios a mi paso. Inclusive algún perro ha intentado violar mi fornida pierna. Los Lunes son así en mi perturbada mente. Mira, aquí viene mi madre. Es la hora de los caramelos que nos recomendó aquel doctor tan simpático que no podía desviar su mirada de mi entrepierna.