Por mor a mi trabajo suelo volver bastante tarde a mi sweet home alabama. Los metros viajan vacíos con personajes variopintos, yo seguramente seré uno de ellos, y las calles han puesto el cartel de cerrado hace tiempo. Sólo se ven taxis cruzando de arriba a abajo las calles a ritmo de la COPE o Radiolé. Algunos perros pasean a sus amos. Pero casi siempre a la misma hora que subo mi acera de camino a mi casa me suelo encontrar con los empleados municipales del servicio de basuras. The Basurers.
Esos que aguantan que los fines de semana las borrachas les pidan dar una vuelta subidas al camión copa de ron con cocacola en mano y tacones en la otra. Yo si fuera ellos les daría mil vueltas y que entren en la discoteca oliendo a rosas podridas. Mirándolos una y otra vez hacer su trabajo me sorprende su rapidez de movimientos en el acto de la recogida de los contenedores. Parecen una orquesta sinfónica rusa. Con lo poco que deben cobrar y lo que curran.
Corren calle arriba calle abajo cargando y descargando contenedores de basura en el camión verdiblanco al más puro estilo bético.
Suelen ir en trío. Dos pateando las calles detras del camión, cual abuelo abandonado en una gasolinera en pleno verano intentando alcanzar el coche de su hijo. Un conductor más o menos dirigiendo la operación, parando donde debe, siempre con gran acierto y automatismo, y por que no decirlo, consiguiendo que los chavales se rompan las piernas para acabar toda la recogia en un buen tiempo.
Pero a mi lo que realmente me llama la atención de este trabajo, que seguramente a nadie le habrá suscitado su atención, es la envidia que le corroen a esos dos operarios y funcionarios (no al uso del término funcionario español) el hombre que les dirige desde el camión, sin apenas mezclarse con los olores a pescado, sin entrar en el trajín de basura arriba basura abajo, sin tener que avanzar por las calles agarrados a la compuerta pestilenta del camión. Si yo fuera un basurero, mataría por ser el conductor que tranquilamente maneja la perfecta maquinaria alrededor de la ciudad. De hecho creo que mataría con tal de no comer la mierda que les toca a los que tienen que correr y descargar. Esas ordenes que el dictador del volante les lanza a los pobres lacayos.
Ahora entiendo lo que es ser portero suplente del Madrid de Casillas o sin ir más lejos lo que es ser Mariano Rajoy.
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